¿Tristeza o depresión?

Sentirse triste es parte de la experiencia humana. Todos atravesamos momentos difíciles en los que sentimos dolor, pérdida o frustración. Esta tristeza suele estar relacionada con una situación concreta, como una ruptura, un duelo o un conflicto. Con el tiempo, y con apoyo, tiende a disminuir.

Pero la depresión es algo diferente.

La depresión no siempre tiene una causa clara y no se trata solo de “estar triste”. A veces aparece lentamente y otras veces de forma abrupta. Puede sentirse como una carga constante, como si algo te estuviera apagando desde adentro. Las cosas que antes disfrutabas ya no generan interés. Las tareas cotidianas se vuelven pesadas. Dormir mucho o dormir poco, cambios en el apetito, sentirse vacío, irritable o con culpa excesiva, son señales comunes.

También es frecuente que las personas se juzguen por sentirse así: “No debería sentirme mal, tengo todo para estar bien”, o “Me tengo que esforzar más”. Pero la depresión no se soluciona con fuerza de voluntad. No es debilidad. Es una condición que afecta el ánimo, los pensamientos, el cuerpo y la forma de relacionarnos con el mundo.

En la terapia psicológica basada en evidencia, como las terapias cognitivo-conductuales y de tercera generación, trabajamos para identificar los patrones que están manteniendo ese malestar. No se trata de eliminar emociones negativas a toda costa, sino de recuperar el vínculo con lo que te importa. Con frecuencia, el primer paso es poder hablar de lo que te pasa sin juicio y con acompañamiento profesional.

Si sentís que estás apagado, sin ganas o atrapado en un estado que no cambia, pedir ayuda es una señal de cuidado y valentía. No tenés que atravesarlo solo.