Prevención de recaídas en los consumos problemáticos
A continuación leerás sobre la prevención de recaídas y cómo responder de forma eficaz al craving.
CONSUMOS PROBLEMÁTICOS
Lic. Carlos Astorga
9/29/20254 min read
Prevención de recaídas: una guía práctica para acompañar tu proceso de cambio
En el campo de los consumos problemáticos hablamos de recaída cuando una persona que venía sosteniendo un período de abstinencia o reducción significativa vuelve al consumo activo y, en muchos casos, interrumpe el tratamiento o deja de utilizar las estrategias que venía aplicando. Aunque suele vivirse con mucha angustia, la recaída no es un indicador de falta de voluntad personal: es un fenómeno ampliamente estudiado dentro de los tratamientos basados en evidencia y forma parte del proceso de recuperación.
Un camino con avances, retrocesos y aprendizaje
La recuperación de una dependencia lleva tiempo. Requiere paciencia, práctica y apoyo. A lo largo del proceso es habitual experimentar etapas de mayor calma, productividad y conexión con los seres queridos, así como momentos de disminución del ánimo, dudas sobre la capacidad de sostener los cambios o una sensación de “volver a empezar”. Este recorrido no es lineal: los altibajos disminuyen con el tiempo, pero forman parte del proceso natural de adaptación del cuerpo y de la mente.
Desde las terapias contextuales se entiende que transitar estas oscilaciones no significa retroceder, sino aprender a relacionarse de manera distinta con las emociones, los pensamientos y los impulsos.
Lo que sí significa una recaída —y lo que no
Muchos tratamientos tradicionales transmitieron la idea de que “querer es poder”. La evidencia actual muestra lo contrario: en el contexto de una adicción, la recaída no es un signo de debilidad, flojedad o falta de voluntad. Es, más bien, un indicador de que el plan de prevención de recaídas necesita ajustes.
Este enfoque se apoya en los modelos cognitivo-conductuales donde se considera que una persona puede estar muy comprometida con su cambio y, aun así, necesitar nuevas herramientas para enfrentar situaciones desencadenantes.
Centrarse en la culpa y la autocrítica solo aumenta el malestar y dificulta el cambio. Lo útil es revisar qué falló, qué información nueva apareció y cómo fortalecer el plan para la próxima vez.
Ambivalencia: un fenómeno normal, no una falla personal
La ambivalencia es ese estado interno en el que conviven dos intenciones contradictorias: querer dejar de consumir y, al mismo tiempo, querer seguir haciéndolo “aunque sea un poco”. Es perfectamente normal y universal en los procesos de cambio.
A veces la persona tiene claridad total sobre su situación, activa redes de apoyo, busca ayuda profesional, y días más tarde siente dudas o piensa que “quizás exageró”.
Esto no es un retroceso moral, sino una oscilación natural en la motivación. Por eso es importante que la familia, amistades y comunidad no interpreten la ambivalencia como falta de carácter, sino como parte del recorrido. La herramienta más útil en estos casos es la escucha activa y el uso de preguntas abiertas, que ayudan a recuperar la perspectiva y conectar con los motivos personales para cambiar.
Con el tiempo y la práctica, esta ambivalencia suele disminuir y la persona va consolidando su compromiso y sus recursos internos para sostener la abstinencia.
Dos fenómenos clave: priming y violación de la abstinencia
En el marco de la prevención de recaídas, la literatura describe dos procesos que pueden aparecer si se vuelve a consumir:
1. Priming
El priming es una reactivación brusca del deseo intenso por consumir luego de una exposición mínima a la sustancia. Puede ocurrir incluso después de años de abstinencia.
Este fenómeno provoca que una pequeña cantidad puede reactivar memorias asociadas al consumo y generar un craving intenso, como si se volviera al punto de partida.
2. Violación de la abstinencia (AVA: abstinence violation effect)
Este fenómeno ocurre cuando un “desliz” se interpreta como una prueba de incapacidad personal.
Esa interpretación genera vergüenza, desesperanza y la idea de “ya fallé, entonces sigo consumiendo”, lo que aumenta los consumos y lleva, en ocasiones, al abandono del tratamiento. Aquí, lo que genera el agravamiento no es el consumo aislado, sino la lectura rígida y autoculpante del episodio.
¿Se pueden evitar las recaídas?
No existe un camino que elimine por completo el riesgo de recaída, pero sí es posible reducirlo significativamente y, sobre todo, evitar que un desliz se transforme en una recaída completa.
La clave es mantener perspectiva: si hoy algo no salió como esperabas, reconocerlo ya es un logro. Sostener el tratamiento, pedir ayuda y revisar lo que ocurrió es una señal de crecimiento, no de fracaso. Al mirar hacia atrás probablemente notes cambios concretos: rutinas más estables, pequeños momentos de calma, relaciones que empezaron a ordenarse. Esos avances cuentan.
Una recaída no define tu identidad. No es una etiqueta ni un diagnóstico moral. Es un dato para ajustar el plan, tal como lo hacemos en cualquier proceso de aprendizaje serio.
Los dos pilares del plan de prevención de recaídas
Un plan sólido incluye dos componentes fundamentales:
1. Identificación de situaciones de riesgo
Se trata de aprender a anticipar los riesgos: personas, lugares, emociones, pensamientos, horarios o estados corporales que funcionan como disparadores del craving.
Esto incluye tanto factores externos (salidas, fiestas, disponibilidad de sustancias, contactos del pasado) como internos (estrés, ansiedad, tristeza, soledad, euforia, creencias del tipo “solo un poco no pasa nada”).
2. Estrategias de afrontamiento cuando aparece el craving
Cuando surge el impulso de consumir, forzarte a “luchar” contra él suele empeorar la experiencia. Resistirlo con fuerza, intentar eliminarlo o criticarte por sentirlo genera un efecto similar a quedar atrapado en arenas movedizas: cuanto más te peleás con el impulso, más intenso se vuelve. En cambio, las terapias basadas en la evidencia proponen surfear la ola del craving: reconocerla, permitir que pase y aplicar herramientas que te ayuden a atravesarla sin daño.
Toma de perspectiva: Traé a la conciencia que el craving es un fenómeno transitorio: sube, alcanza un pico y luego disminuye. Recordarte esto en el momento ayuda a reducir la urgencia y a posicionarte como observador del impulso, no como rehén del mismo.
Distracción activa: La regulación atencional es clave. En lugar de quedarte pasivamente mirando televisión, elegí actividades que exijan participación: tocar un instrumento, escribir, ordenar un espacio, cocinar, hacer ejercicio leve o realizar una tarea manual. El objetivo es ocupar la mente en una acción concreta que ayude al impulso a perder fuerza.
Pedir ayuda a la red de apoyo: A veces la acción más efectiva es conectar con alguien. Salir a caminar con una persona de confianza, llamar a un amigo o referente, o simplemente contar lo que estás sintiendo permite aliviar la urgencia, recuperar perspectiva y sostener el compromiso con tu proceso de recuperación.
